La enredadera que olvidó su raíz.

Un cuento para personas que se han perdido un poco en sus relaciones

Había una vez una enredadera que crecía al pie de un viejo roble.
Desde pequeña, se aferró a su tronco con fuerza.
Se sentía segura entre sus ramas, lo admiraba, y quería protegerlo de todo.

Cada vez que el roble perdía hojas, la enredadera se apretaba más fuerte, tratando de cubrir sus huecos.
Si el roble se inclinaba por el viento, ella se torcía con tal de seguir pegada a él.
De a poco, fue olvidando hacia dónde quería crecer.

Un día, sintió que algo le faltaba.
Ya no florecía.
Sus hojas se veían opacas.
Y aunque seguía unida al roble, dentro de sí, estaba agotada.

Entonces, una brisa suave le susurró:
—Tienes raíz propia.
No viniste solo a sostener a otros.
Tú también mereces crecer hacia el sol.

La enredadera, asombrada, miró hacia abajo.
Había olvidado que tenía tierra, espacio, y vida para echar sus propias ramas.

Ese día, sin dejar de abrazar al roble, comenzó a crecer también hacia donde nunca se había permitido: hacia sí misma.

Una invitación a mirar hacia ti

Muchas veces, en nuestra forma de amar, nos desconectamos de nosotras mism@s.
Nos esforzamos tanto por sostener a los demás, por estar presentes, por ser “fuertes”, que nos vamos apagando sin darnos cuenta.

¿Te ha pasado sentirte así?
¿Te has torcido para sostener a alguien más?
¿Te has olvidado de florecer por estar pendiente de que el otro no se caiga?

Este cuento es un recordatorio amoroso:
Tú también mereces sol, espacio, alimento, descanso.
No se trata de dejar de amar… sino de recordar que también estás incluida en ese amor.

¿Y si hoy dieras un pasito hacia ti?

Si este cuento resonó contigo, si algo dentro de ti suspira al leerlo…
quizá sea momento de regalarte un espacio para reconectar contigo.

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— Sara Alegría | Psicoterapeuta Gestalt

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